domingo, 27 de noviembre de 2011

AMEC en Bodegas Bentomiz, en la Axarquía



A pesar de que era finales de noviembre, sábado 26, el día se presentó totalmente despejado, con un cielo intensamente azul y con el transcurrir de las horas una temperatura primaveral. Ese día era el elegido para visitar las Bodegas Bentomiz,  en el pueblo de Sayalonga.

Este pueblo se encuentra en las montañas de la Axarquía, al este de la provincia de Málaga, a 47 kms. de distancia de la capital y a 359 metros de altitud. Con una extensión de 18,2 m2, alberga a 1.555 habitantes, según datos demográficos de 2010, de los cuales 542 son extranjeros, principalmente procedentes de Europa. Dos de ellos son los propietarios de las Bodegas Bentomiz, Clara Verheij y André Both.

Para dirigirnos a este precioso pueblo y a las bodegas, una vez en la autovía A7, la abandonamos por la salida 277 en dirección a Algarrobo, y a 7 kms. se encuentra Sayalonga. Las bodegas  están a 2,5 kms. una vez cruzado el pueblo. La carretera es, como todas las de montañas, estrecha, con curvas y algún que otro precipicio, pero la belleza del paisaje, lo compensa todo. Se accede a las bodegas por un carril terrizo y estrecho, pero con la destreza del conductor llegamos a nuestro destino felizmente: Bodegas Bentomiz, integrada en las Denominaciones de Origen Málaga y Sierras de Málaga.

Nos estaban esperando Clara y André, dándonos la bienvenida muy calurosamente, son dos personas encantadoras, amables  y cercanos. La voz cantante la llevaba Clara, que fue la encargada de explicarnos sus inicios en esta tierra malagueña. Nos contó que ellos veraneaban en España y que cuando pensaron en dar un giro a sus vidas, se decantaron por este lugar. Compraron la finca en el año 1995, y en ella solo había matojos en un terreno pizarroso. Su idea no era montar nada relacionado con el vino, ya que André es constructor (arquitecto técnico) y ella es Licenciada en Traducción e Interpretación y también antropóloga. Al principio de su estancia en España, cada uno se dedicó a su profesión, pero su afición por el buen vino, les llevó a plantearse cultivar sus propios vinos. Ampliaron la finca con otra colindante en donde había vides de 80 años de antigüedad y comenzaron su aventura vitivinícola. La plantación en esta zona es en vaso, a 450 metros de altitud y mirando al mar. Los vinos que producían los trataban artesanalmente, pisando las uvas directamente y la crianza la hacían en barricas envinadas. 



A pesar que que ellos tienen sus propias viñas, éstas no son suficientes para todo el vino que producen, por lo que compran a los agricultores de la zona sus uvas. La vendimia de éstas vides siempre se hacen bajo su supervisión, para controlar en todo momento la calidad de la uva. La uva estrella en esta zona es la Moscatel de Alejandría.

Con el transcurrir del tiempo, invirtieron en nuevas instalaciones, aún en obras, en donde está ubicada la bodega propiamente dicha. Ésta es pequeña, y en ella se encuentra los depósitos para la fermentación de la uva y las barricas de roble francés para la crianza de sus vinos.



En otra nave colindante está la zona de embotellado, etiquetado, etc.




Esta diversificación de negocio (construcción y bodega), ha hecho posible que, a pesar de la crisis económica que vivimos, ellos han podido salir adelante con esta bodega, ya que la construcción es la que se ha visto más afectada. Como decía uno de los socios presentes "eso se llama poner los huevos en otra cesta".

Como dato a destacar en sus vinos, es que los tapones son de vidrio, lo vieron por primera vez en una feria de Bélgica, y que según nos cuenta Clara, éste tiene la ventaja con respecto al  tradicional, de eliminar el sabor a corcho de los vinos, no se rompe, es elegante, moderno y es muy fácil de abrir; no se necesita abridor.


Esta bodega produce anualmente 30.000 botellas, pero tiene capacidad para producir hasta 100.000, el 40% de su producción se destina a la exportación. Actualmente se están introduciendo en el mercado chino.

Una curiosidad sobre el nombre de la bodega y de sus vinos: La bodega se llama así porque está en la falda de la ladera de la Cordillera Bentomiz y el nombre de sus vinos, Ariyanas, que quiere decir "aromática", se debe a una aldea árabe asentada en las colinas de la Axarquía.

Sus planes de futuro son abrir en donde antes se encontraba la bodega, una sala de cata, un laboratorio y un restaurante. Con respecto a esto último, pudimos comprobar in situ la exquisitez y buen hacer de su cocina. Cada uno de los cinco vinos que producen y que catamos, han estado maridado por una tapa casera y elaborada por ellos.

Estos son los maravillosos y exquisitos vinos que producen y que tuvimos el placer de catar maridados perfectamente:

Ariyanas Blanco Seco sobre Lías Finas, maridado con tapa de tortilla de patatas sobre salsa de harisa.

100% Moscatel de Alejandría, vino blanco monovarietal, vol 13%. Año 2010. Muy aromático, con bouquet de hierbas y toque minerales típicos de la Axarquía. De c
olor amarillo pálido, borde verdoso. Aroma elegante, fruta fresca, cítricos, especiado. En boca sabroso, carnoso, complejo, fácil de beber.



Ariyanas Tinto  de Ensamblaje, lo acompañaron con crema de aguacate, yogurt y queso de cabra.

Vino tinto seco, Año 2010, Variedades Tempranillo 35%, Petit Verdo 40%t y Romé (uva autóctona) 25%. 13,5% vol.

Cuatro meses en barrica fancesa. Color cereza con bordes granate. Elegante, fruta madura y en boca sabroso y especiado.





Ariyanas Tinto Dulce, el higo seco con chocolate y mandarina que maridaba al vino se acabó antes de poder hacer la foto. Sencillo y espectacular. 

1
00% Merlot. vol 12,5%. Año 2010. Color rojo granate, con reflejos violáceos, limpio y muy brillante. De capa baja-media. Con aroma de fruta roja y golosina.
De taninos dulces, aterciopelados y amables. Frutal con recuerdos a manzanas.



Ariyanas Naturalmente Dulce maridado con mousse de mango y zumo de lima.

100% Moscatel de Alejandría. 13% Vol.
Color pajizo brillante. Fresco, mineral y muy elegante. Espectacular. Equilibrio perfecto entre acidez y dulzura.
Ariyanas Terruño Pizarroso, vino naturalmente dulce con crianza. La tapa: Pan holandés con membrillo y foie

100% Moscatel de Alejandría. 6 meses de crianza en barricas de roble francés nuevas. C
olor amarillo dorado y brillante. En nariz es intenso, delicado y muy complejo. Notas florales, frutas exóticas muy maduras y recuerdos cítricos. Untuoso y equilibrado. 









Todos los asistentes quedamos encantados con todos estos vinos y el perfecto maridaje que nos sirvieron, llegando incluso a comentar algunos que quieren que  las visitas que realicemos a bodegas, si es posible, todos los vinos vayan acompañados por una tapa que lo complemente.

Y para terminar este maravilloso día, nos trasladamos a la localidad cercana de Cómpeta en donde estuvimos comiendo en el Restaurante del Musel del Vino de esa localidad.

Aquí abajo pueden ver una presentación de todas las fotos de ese día: